La coyuntura actual es sumamente particular, es sui generis, después de muchos años gran parte de la nación vuelve a sentir una recesión económica y esa nación siente que la bonanza de la modernidad ya no les toca, siente que las abundancias de los megas market cada día son más y más inaccesibles. En definitiva la mayoría electoral percibe malestar y ese malestar lo asocia a Odebrecht de manera inmediatista, lo asocia a la “corrupción de los gobernantes”; más aún, en el ambiente general se respira que todos los esquemas clásicos de contratación de todos los niveles y dependencias del estado son corruptos, así como todas las gestiones públicas. Lamentablemente en el consciente popular se ha acuñado que los contratos llevados a cabo por los gobernantes son contratos en perjuicio de la sociedad, contratos caros que y desgraciadamente ese precepto no engancha de manera concreta con el electorado, llegar con ese mensaje pasado es ineficiente para consolidar con el electorado, incluso hasta la frase “roba pero hace obras” ya no es aceptada por el electorado a raíz del Fenómeno del Niño. Por otro lado, respecto al clima social, la población en general percibe que el estado en general es ineficiente para brindar seguridad, los robos al paso, los asaltos a negocios, los feminicidios, las violaciones, los abusos hacia la mujer son imparables y peor aún que la sociedad tiene presente que ni la logística policial, ni las acciones de la Fiscalía, ni las determinaciones del Poder Judicial están encaminadas a restaurar el orden social. Específicamente a nivel municipal la ciudadanía al unísono tiene la certeza que el servicio de serenazgo ha colapsado por la carencia de unidades e inexistencia de personal.